Creo en Dios porque
todo arroyo va hacia el río
y yo debo encausar
las culpas mías.
Elijo
enojarme con Él
y no conmigo
dejando así
la mochila tan lejos
que no la vuelva a tocar.
Lo considero necesario
para
desembuchar maldiciones,
estigmatizar mi peste
y alivianar mi tórax.
Creo en Dios porque lo odio
y uno odia lo que existe
o inventó.
Después de ésto
sólo espero
que cuando nos juntemos
a tomar café
sepa ser misericordioso
acepte mis indulgencias
como yo acepté las suyas.
Y si ocurre
que lo mío es imperdonable
entonces
me voy a levantar de la mesa
le voy a dar doce pesos
y me voy a ir
con el silencio
de los no perdonados.
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