viernes, 30 de noviembre de 2012

Suicidio.

I

Poner las manos en el fuego
dolor punzante
llegó el alivio 
expulsé mis maldiciones.

II

La suerte nunca cambia.

III

Ahí va el río carmín
y con él va mi locura
cuesta abajo
por la ladera
de mi cuerpo.

IV

Renuncié a la fuerza
no hay más nada
acaricio el anhelo de serenidad.

martes, 27 de noviembre de 2012

Placebo.

Creo en Dios porque
todo arroyo va hacia el río
y yo debo encausar
las culpas mías.

Elijo
enojarme con Él
y no conmigo
dejando así
la mochila tan lejos
que no la vuelva a tocar.

Lo considero necesario
para
desembuchar maldiciones,
estigmatizar mi peste
y alivianar mi tórax.

Creo en Dios porque lo odio
y uno odia lo que existe
o inventó.

Después de ésto
sólo espero
que cuando nos juntemos
a tomar café
sepa ser misericordioso
acepte mis indulgencias
como yo acepté las suyas.

Y si ocurre
que lo mío es imperdonable
entonces
me voy a levantar de la mesa
le voy a dar doce pesos
y me voy a ir
con el silencio
de los no perdonados.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Butacas.

Mi vida,
pixelándose de a poco

de a muchos, se van desfragmentando,
se pierden en el mismo lugar de siempre.

Yo
me comunico mucho
menos que antes.

La misma casa
me parece que
hay que modernizarla:
esta tele ya no me alcanza.

Sigo viendo lo mismo que ayer pero hoy
ya no me gusta,
hago click.

A vos te veo mover la cabeza
pero no escucho tu música
y antes
no tenía opción.

Estamos fritos, estamos
muertos pixelados
y no hay mejor resolución.

El bondi que nos lleva al futuro está hasta las manos
y no nos quejamos.

No es que yo me queje pero
¿te parece ésto progreso?
Si cada vez somos más tontos y estamos más apretados.

A mí me gustaría estar del lado de la ventanilla
para ver
las cosas que vamos dejando.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Cerrar con llave.

Él ya lo tenía decidido, es que lo estuvo pensando toda su vida: no iba a gustarle ninguna como yo. No iba a querer tocar un cuerpo como el mío, ni escuchar a la mañana una voz tan aguda. Él no quería abrazar una cadera tan pequeña ni tener que esperar en la puerta del baño del shopping un día cualquiera. Él quería otra realidad, él quería entrar.
Y yo ya lo tenía decidido, es que él era mi quimera. Lo veía tan posible, tan cercano. Lo veía al lado mío, lo veía en la ventana y lo veía en mi mesa con su taza de té. Yo estaba segura, y se lo dije un día, y me echó para atrás, y me separó de la ilusión. Me alejó como se alejan las cosas que no quieren volver más, pero sin embargo ahí me tiene. Me gritó cosas que nunca había escuchado y se veía en sus ojos una especie de arrepentimiento, culpa y ganas de ser como es.
De todos mis fracasos, él había sido el más original. Él había dado la excusa más desarrollada, la más difícil y la peor, la más valedera. Fue tan sincero que pudo abrir mi pecho aún a más de 30km dando su veredicto final: no. El problema no era yo, el problema éramos nosotras.

Maldición.

Y si el sol no me quiere iluminar
que me parta un rayo aunque no llueva.
Si ya no me quiere abrazar
que me arranquen los ojos
los tiren al río y los pesquen.

Si no quiere mirar para acá
que me destierren del oceáno,
que me dejen afuera de las islas.

Si quema tanto que me arde
que me saquen la piel
que yo quede en carne viva
y  se alimenten conmigo.

Si el agua no me quiere mojar
que se deshidraten mis pies
y se caigan cual lepra
y la arena sea putrefacta piel mía.

Si no quiere sacarme la sed
que se convierta en aceite
y hierva al sol
entonces que me saque ampollas
y se me exploten y se llenen de sal
que me ardan.

Si los arboles no me dan sombra
que el sol no me quiera iluminar
y si el sol no me quiere iluminar
que me parta un rayo
con lepra
y sin ojos
con ampollas
y sin piel.

domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Qué pasa si un gato negro se traga un grillo?

Conozco un señor al que la muerte sigue muy de cerca pero aún no lo quiso tocar. Se llama Miguel.
Su mala racha comenzó cuando su mujer se quiso matar cinco minutos antes de que él llegara. Ella se tragó todos los ansiolíticos que tenía en el botiquín de su baño pero no cumplió su plan porque se durmió antes de poder tomar la pastilla fulminante. Él llegó, la vio tirada en el piso y la llevó al hospital: estaba en coma, pobre mujer, pero al menos no estaba muerta. A la semana la llevaron a su casa y la obligaron a vivir con su madre porque no estaba con la fuerza mental suficiente para poder bancarse sola. Su vieja estuvo con ella hasta que la mamá tuvo un ACV y Sara, la madre de la suicida, abandonó su trabajo de asistente terapéutica para concentrarse plenamente en despedir a su madre de 93 años que con justa razón estaba más cerca del arpa que del violín. Entonces Miguelito tomó la posta y se dedicó hasta el hartazgo de cuidar a quien ahora era su ex mujer para asegurarse de que ella no volviera a hacer semejante locura, para convencerla de que ya no tenía tantas ganas de morir y de que en realidad la vida no había sido tan mala consigo sino que ella estaba exagerando. Sara nunca más volvió a ocupar su puesto al lado de su hija y Miguel tuvo que hacerse carga de la situación porque sentía que debía salvarla. Extrañamente a Miguel le interesaba mucho que una suicida lo quiera. Quién sabe por qué, quizás cojen como si no hubiera mañana.
Pasaron tres semanas sin que el señor en cuestión tenga un nuevo encuentro cercano con la parca, ya casi se había olvidado de su mala suerte, pero como a la muerte no le gusta que la ignoren se hizo notar un lunes a la mañana en la galería donde él trabaja. Ocurrió que una mujer estaba saliendo del local de al lado y ya en el pasillo del centro comercial cayó de pronto al suelo, previamente golpeándose la nuca contra el marco de la puerta y por consiguiente, comenzar a convulsionar de una manera más que exagerada. Miguel salió desesperado de su cueva e intentó ayudar, la puso entonces con la cabeza de costado y uno de sus compañeros llamó a la ambulancia alegando urgencia. Por la boca de la mujer convulsiva se veía un hilo de sangre que guiaba hacia el charco que estaba en el piso, era lo que se dice un mal augurio pero, para alivio de todos, la ambulancia llegó en veinte minutos al lugar, los empleados de la galería se sorprendieron de la rapidez del servicio y pensaron que si llamaban al mismo lugar cuando ellos tengan una tragedia, podrían evitar la destierralización de su cuerpo pero nadie fue capaz de exteriorizar sus conjeturas, por ende mi personaje no pudo explicarles que lo que ellos creían era erróneo, que las posibilidades de que una ambulancia llegue a tiempo son pocas y que hoy habían tenido suerte. Como nadie pudo exponer su idea de salvación, Miguel no pudo exponer su mirada realista de la situación, por eso no se dio cuenta que en realidad no tenía tanta mala suerte. De todas formas, hasta este momento no había encontrado el hilo conductor que lo había llevado a la tragedia ya tres veces en un mes, todavía no había cosa que lo preocupe tanto.
Su sugestión comenzó el día que un amigo de él cayó de una ventana y quedó con medio cuerpo afuera del ambiente colgando del marco. Ésto sí que le hizo ver que la muerte le andaba rondando, ahora sí que comenzaba a asustarse y a pensar qué habrá hecho Miguelito para merecer que la muerte lo busque. Igualmente, para alegría de nuestro amigo, su compañero no murió, de todas las víctimas que tuvieron la desdicha de cruzarse con Miguel y su mala amistad con San La Muerte, Anibal había sido el que más suerte tuvo, sólo se clavó un vidrio en el pecho, otro en el brazo y se fisuró dos costillas, lo cual podría haberlo matado, sí, pero no murió y sólo recibió cuatro puntos.
Ese día Miguel llegó a su casa desencantado con la vida, cabizbajo, culpógeno. Le contó su hipótesis de mala leche a su hija y le dijo que lo mejor que podría hacer esa noche era bañarse relajadamente con mucho vinagre para sacarse la mierda, que su abuelo decía eso. Su hija se rió, ella no es nada supersticiosa, pero opinó que si eso iba a hacer que él se calme, que no dude en bañarse entonces, que funcionaría como un placebo y ella sí cree en los placebos. Fue entonces que Miguel agarró la botella del vinagre que encontró, sólo quedaba de vino, fue al baño, abrió la ducha, se sacó la ropa y se metió en la bañadera pero no se atrevió a ponerle vinagre, analizó que tiene un olor muy fuerte y que iba a salir y se iba a querer bañar de nuevo así que sólo se bañó con agua como siempre. Me pareció coherente la idea pero realmente necesitaba quitarse a la muerte de encima, si me permiten la opinión, considero que el vinagre hubiera hecho que el temor de Miguel no cause más problemas. Salió de la ducha, cenaron casi en silencio y luego se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, Lucía, la hija de Miguel, le avisó que tenía que ir a la avenida del barrio a comprar materiales de librería, agarró la bicicleta y apuntó para la puerta pero Miguel la detuvo y le dijo "hija, cuidate mucho, mirá que tengo a la muerte en la espalda, por favor cuidate". A la hija le molestó que el padre crea que es necesario pedirle eso, además, en tal caso, él llevaba la muerte en la espalda, Lucía no tenía nada que ver con la mala ni la buena suerte. De todas formas accedió a aumentar su cuidado para que su padre no se quede preocupado sin razón aparente. Agarró las luces, el casco y las rodilleras y se las puso, una vez protegida salió a la calle y se sintió más insegura que nunca, clavaba los frenos con cada auto que veía y para colmo, estaba un poco distraída pensando en la preocupación de su padre. Sin darse cuenta cuando llegó a la avenida dobló en contramano, pensó entonces que debería bajar de la bicicleta y caminar por la cuadra pero un camión no le dio el tiempo y la embistió de manera tal que voló ella y la bicicleta por encima del acoplado. Indefectiblemente murió. 
Esa noche su viejo se bañó con vinagre y cuando salió le pidió a la muerte que se deje de romper las pelota, entonces, ella dejó la túnica en el perchero y se fue caminando.

Cerveza.

abro la puerta y te veo
humedecida
sugerente

te hago esperar

sos paciente y siempre
podés estar un poquito más linda

llenás mi balde
de ansiedad
y ahí te busco y
te doy un beso de prepo

no te quejás
sos más amarga que todas mis amarguras
y te inclinás
mojas mis labios, mi garganta

todos mis cuerpos
todas mis nostalgias

siempre estuviste parada en la vereda de mi cuadra

lunes, 12 de noviembre de 2012

tiempo.

nada me abraza
nada me atrasa

las horas
                no
alcanzan

enemigo el reloj
 apura
                     me para.

digo mucho
entiendo poco
pienso nada
                    me paranoiquea

nada me detiene


sólo el tiempo
que es muy corto
                     hasta que me paraliza

eterno.



Antítesis.

Esa tarde morí
no voy hablar de cómo ni por qué
sólo voy a decir que hubiera preferido que me pase de noche.

me parece mucho más ameno que morir al rayo del sol
más agradable que enfrentarse a aquel contraste entre la luz y la penumbra:
la paradoja de que mientras yo muero, en la casa de al lado mis vecinos miren telenovelas
elijan qué merendar
ayuden a sus hijos a hacer las tareas
y mierda, yo estoy agonizando, no me resulta tan linda la tarde
despejada

Yo
me estoy muriendo
vos seguí con el curso de tu vida

Una vez me preguntaron qué me gustaba tanto de la noche:
la luna.
es para mí esa luz al final del tunel de la que todos se llenan la boca.
La primera vez que vi a alguien a los ojos mientras conjeturaba la frase a los futuros muertos
noté que cuando dicen "ve hacia la luz" buscan que vayas a la luna
quieren que saltees la capa de ozono y vayas de lleno al satélite
que caigas ahí y te quedes quieto como si no estuvieras
pero

nunca nadie se dio cuenta

y por eso los muertos no desaparecen.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Mosca.

tanto tonto detalle
y tu costra en mal estado

mi exoesqueleto es fuerte
y quebradizo
vuelo
hasta que un repasador me mate

zumbo
llamo a los otros que vengan a mí

choco contra el vacío
ventana que no veo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Pies.

Hoy les traigo una propuesta indiscreta. No, indiscreta no es. Es indecente, aunque no del todo. Bueno, veo complicado el trabajo de encontrar la palabra justa, así que se la cedo, decidan ustedes el adjetivo que quieren colocar a la derecha de "propuesta".
Lo que yo quiero pedirles es que mañana
salgan descalzos a la calle. Completamente descalzos. Ni siquiera lleven sus botas en el bolso porque no los querrán usar.
No.
No usen zapatos mañana. Ni zapatos, ni sandalias, ni ojotas, ni alpargatas, ni zapatillas ¡Nada! Sólo sus bonitos pies y disfruten de la sensación que da pisar las baldosas esas que tienen piedritas y que parece que pinchan pero en realidad percibirlas pueden ayudarnos a tener un lindo contacto con las terminaciones nerviosas que están en nuestras plantas. Además, ¡qué bellos se ven sus pies sin ataduras!
No se preocupen por los variados obstáculos con los que pueden ustedes toparse. Confíen en su inteligencia y en su visión para esquivarlos. No crean ustedes que son torpes, los pies en el piso quitan toda estupidez y nos trae avivamiento. El contacto de la tierra con nuestros cuerpos siempre es bueno y no debe ser olvidado por la distancia que el asfalto nos dejó.
No sean tímidos si la gente que usa zapatos los mira con caras extrañas. ¡Son ellos los extraños!
(he aquí el por qué de sus caras)
Son ellos los que aún no se atrevieron a desafiar al enemigo, que hoy es el zapato.
Además, me parece una prudente decisión aclararles que yo me he atrevido a caminar sin los zapatos por calles y avenidas y jamás noté las caras extrañas, es que mis ojos estaban ocupados velando por mis pies. Y acá, sólo en este caso, sí acepto que miremos nuestro ombligo, los ombligos de los encadenados siempre suelen ser feos y malintencionados.
¿Quién fue el ridículo que inventó el calzado? Imagino que tendrá una buena excusa como que un día iba caminando por la calle y pisó en un lugar poco agradable donde había un clavo y se lo incrustó de lleno en el talón. No, no, realmente pido una buena excusa, esa no es suficiente como para someter a cada maldito caminante a llevar siempre un envoltorio de tela, goma, cuero y, en el peor de los casos, metal encapsulando nuestras pieles, sin olvidar la maldita regla de que estos envoltorios deben sí o sí combinar con nuestras ropas.
Otra cosa que les quiero pedir, la última, ya me estoy por ir: no se subleven contra sus pares. Lo sé, los he visto: son necios, ciegos y a veces saben ser muy detestables, pero son víctimas, no cómplices.
Sublévense contra sus zapatos: arma blanca todavía no declarada como tal.


Nota: Si deciden llevar a cabo la propuesta un día de lluvia tengan en cuenta que abajo de las baldosas corren cables asesinos que pueden electrocutarlos, me lo dijo un tachero. Me sorprendió lo fácil que puede morir una persona.

lunes, 5 de noviembre de 2012

No ser nada, ser todo.

No somos ni ángeles a la derecha de Dios ni demonios sirviéndole el té a Satán
(somos mucho menos)
ni amantes locos y efímeros ni amistades calmas y duraderas
ni arte ni ciencia somos, no solucionamos nada.

ni el espacio ni el vacío: agujeros negros
no somos mamíferos, no somos vegetales, no somos hongos
ni humedad
no somos ni los áboles que en otoño dejan sus hojas sueltas
ni las flores que en primavera se vuelven muchas
ni fiesta ni siesta
stand by

ni las estalactitas que caen en las cuevas frías ni las estalagmitas que de ellas salen

no somos
ni el mate amargo del sur ni el café fuerte del norte
mucho menos somos
playa o montaña
la arena que quema los pies
el hielo que congela nuestras manos
ni invierno ni verano                       primaveraotoño: ese híbrido tampoco
ni cielo azul ni tierra verde somos
no somos pavimento, no somos pasto
ni máquina ni naturaleza
nada.

no somos cuerdos, no somos locos
ni esquizofrénicos ni psicópatas
ni videntes ni ciegos
ni cuadripléjicos ni atléticos
porque
no hacemos nada

no somos los anillos en los dedos de las reinas de Inglaterra
ni la tierra en las zapatillas de los pibes de Lugano
ni billetes ni monedas
no.

ni dolar ni euro ni real: cambio

no somos nubes, no somos soles
ni destellos ni sombras podemos ser
no somos ni los colores ni su ausencia
no somos muchos, ni somos pocos
la fotografía no nos ve

no soy mujer, no soy varón
no sos real ni un impostor
no somos hogar ni somos plaza, que también puede ser tu hogar
no somos.
ni palabra ni silencio somos
no somos los buenos libros que nos hizo repensar la vida entera
no somos.
no somos ese texto que te dijo la profesora que leyeras
no, ocurre que mucho menos somos.
no somos ni un granito de arena ni el inconmensurable universo

no somos putas, no somos monjas
no somos monstruos ni exorcistas
no somos
ni religiosos ni paganos, ni herejes, ni profanos
ni Cristo ni Judas somos
no somos facultad ni discapacidad

no somos gatos ni perros
ni aves ni murciélagos
ni árbol ni maleza

ni conductores ni peatones
no somos ni transeúntes ni eternos
ni música, ni libros, ni poemas, ni canciones
ni guitarra, ni batería, ni cama, ni silla, nada.
ni pies, ni manos, ni cuerpo somos.

no somos mente, no somos alma
ni pantalón ni remera
no somos ni la madrugada de enero ni el atardecer de agosto
ni refugio ni desamparo, ni estrella ni satélite

nada.
no
somos
absolutamente nada

somos todo.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Harén.

El pelo de Martina
las cejas de Julieta
los ojos de Camila
las orejas de Rosana
la boca de Mariela
las mejillas de Delfina


el cuello de Luisina
los hombros de Gabriela
los pechos de Aldana
los brazos de Agustina
la panza de mi hermana
el ombligo de Jimena


el sexo de Florencia
el culo de Tatiana
las piernas de Dolores
(mis dolores de piernas)
los pies de todas ellas:

son mi harén